Caricias fugaces

El 25 de Enero de este año andaba yo por los rumbos acostumbrados de cada martes. En la estación Puebla del metro de la linea 9 (café) me puse a recorrer el anden de atrás para adelante, una y otra vez, esperando a que llegara el enorme gusano naranja. Debió haber tardado una canción entera pues recuerdo que pude caminarlo unas 3 veces hasta su aparición. Para ese momento me sorprendió estando a la altura de el último vagón y en la segunda puerta del mismo. Entre y me senté en el asiento individual de la izquierda frente a la entrada y todo parecía normal. Todo parecía normal hasta que salimos de la estación Cd. Deportiva.

De comienzo había un tipo sentado en el asiento individual de mi derecha y frente a el había un chico mas joven y vestido de enfermero en los asientos dobles. Después de salir de la segunda estación el tipo de mi derecha se cambio a el lugar de en frente quedando cerca del joven de blanco.

Se observaron un poco, unas miradas de complicidad y la que no vi pero que seguro existió... la de aprobación. El hombre mayor que no daba la espalda a todo el vagón inspecciono los rostros de los otros que compartían el rectángulo en movimiento, incluido yo claro esta. No tardo mucho para que este empezara a acariciar la entrepierna de su ya ahora "amiguito".

No soy de las personas que se espantan con homosexuales, lo que es mas, he conocido a unos varios que me caen muy bien pero eso lejos de espantarme me dejo un poco aturdido, realmente no sabia que hacer, si levantare he ir a el otro extremo o disimular que no notaba nada, al final me quede en mi lugar observando como niño que ve una película de terror: tapándose el rostro y echando una mirada de vez en cuando entre los dedos.

El tipo frente a mi también lo notó y pareció que su curiosidad por lo que pasaba a 2 metros triplicaba mi confusión porque veía fijamente y sin mínima discreción. Ese hecho me incomodo mas de la cuenta, comencé a sentir la amenaza de una posible invitación a el juego al que no tenia ganas de entrar, afortunadamente no sucedió.

Velódromo fue visible y las puertas se abrieron. Previamente los juguetones de detuvieron. De nuevo nos pusimos en marcha y comenzaron de nuevo. Una mochila sobre las piernas y el evidente movimiento de la mano derecha sobre el pantalón anunciaba la aparición de el "3er" invitado. Las caricias iban trepando cada vez mas la entrepierna, era claro, la inclinación del autor del manoseo indicaba que llego al limite deseado. La mochila se quedaba en su lugar, y eso para mi era un autentico regalo del cielo. De vez en cuando una mirada para checar que todo estuviera bien, miradas que yo sentía y trataba de evadir poniendo la mirada en cualquier otro sitio Y un regalo aun mayor: la llegada a la estación Mixiuca donde abordo la suficiente gente como para detener absolutamente todo y que ese vagón extraño que convirtiera en uno mas común que corriente.

Unos ligeros meneos el los pantaloncillos para acomodar lo que dejaron las ganas. Después de eso y como fue de comienzo ninguna palabra se hizo ver o escuchar por parte de algún involucrado.

El mas joven bajo en Lázaro Cárdenas sin volverse siquiera para decir adiós con la mirada o algún otro ademan mientras que el abandonado empezó a despedirlo con la mirada hasta que lo perdió de vista. El segundo implicado termino su trayecto en Patriotismo, estación en la que yo igual descendí. De nuevo una inquietud se apodero de mis cuerpo pues parecía que buscaba estar cerca mio, yo esperaba nuevamente alguna insinuación pues pensé que pudo haber notado mi inquietud y solo lo hacia para molestar o tal vez para ver si conseguía algo, así que rápidamente (y cobardemente) me aleje y deje que el tomara su camino para después yo continuar el mio normalmente. 

Pasaron las horas y ya en casa lo comente y solo obtuve una frase: "era el vagón de hasta atrás, no seas pendejo". El comentario tenia toda la razón, eso yo ya lo sabia desde hace varios años pero como dije, fue un descuido, uno muy incomodo.

Si los ven ¡huyan!